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El análisis de 90 investigaciones científicas muestra cómo vivir solo y tener pocas relaciones sociales acorta la vida
Que la soledad mata no es nuevo. Los expertos y los estudios científicos ya habían establecido la conexión entre estar solo y acortamiento de la vida. Lo nuevo es la contundencia de las pruebas acumuladas. Una revisión de lo que sabe la ciencia sobre el impacto del aislamiento social en la salud ha encontrado 90 trabajos realizados en medio mundo. En conjunto, recogen los datos de 2,2 millones de personas. El estudio también destaca que algunas enfermedades, como las cardiovasculares y algunos tipos de cáncer, evolucionan peor cuando se vive solo.
Un grupo de científicos de varias instituciones chinas ha recopilado todas las investigaciones realizadas desde los años 80 del siglo pasado que han estudiado específicamente la relación entre soledad o aislamiento social y mortalidad. Como es ya casi norma en este ámbito, diferencian entre lo subjetivo, la sensación de estar solo (soledad), de lo objetivo, la reducción de las relaciones sociales (métrica del aislamiento social). El 90% de los estudios se llevaron a cabo en países desarrollados, casi la mitad europeos. En total, más de 2,2 millones de personas fueron o están siendo seguidas durante años (hasta medio siglo). Esto la convierte en gran muestra cuyos resultados tienen una elevada potencia estadística.
Esta revisión, publicada este lunes en Nature Human Behaviour, muestra que, de media, la soledad eleva el riesgo de morir por cualquier tipo de causa en un 14%. En casi todos los estudios analizados se controlaron otras posibles variables, como el género, la edad, nivel socioeconómico, actividad física o condiciones previas, como el tabaquismo, alcoholismo o la diabetes. La situación es peor cuando lo que se mide es el impacto del aislamiento social, entendido como la escasez de relaciones sociales. Entonces, el riesgo de mortalidad se agrava en un 32%. Y empeora mas en los varones que en las féminas en cinco puntos porcentuales.
La diferencia entre soledad y aislamiento social se confirma en otra parte del trabajo, cuando revisan cómo pueden agravar la evolución del cáncer. Mientras que el riesgo de morir por esta causa entre la población general se agravaba en un 34% entre los que tenían pocas relaciones sociales, este porcentaje bajaba hasta el 9% en el caso de los que se sienten solos.
Aunque estar solos y sentirse solo puedan ser las dos caras de la misma moneda, para Maoqing Wang, investigador de la Universidad de Medicina de Harbin (China) y coautor de la revisión, “el aislamiento social es peor que la soledad”. “Se ha demostrado que la soledad predice la salud mental (por ejemplo, depresión) y se ha comprobado que el aislamiento social predice la salud cognitiva y física”. Para el científico chino, “las personas que se sienten solas, pero están no socialmente aisladas tienen estrés de salud mental, pero pueden resistirlo debido a sus redes sociales”. Y esto habría que tenerlo en cuenta a la hora de diseñar las políticas y programas de salud pública.
Para el director de Atención Integrada e Investigación del Parque Sanitario Pere Virgili, de Barcelona, Marco Inzitari, “la potencia, la cantidad de datos que reúne este trabajo, da solidez a algo que veníamos observando desde hace tiempo, que vivir en soledad eleva el riesgo de mortalidad”. En cuanto a los factores que podrían explicar el impacto de la soledad en la mortalidad, Inzitari, recuerda, como dicen los autores, como los que viven solos se cuidan menos o les cuesta más seguir un estilo de vida saludable. “Hay también una serie de efectos fisiológicos que pueden afectar al metabolismo, al sistema inmune o la circulación”, dice el también profesor de la UOC, Universitat Oberta de Catalunya .
Un tercer factor que explicaría la relación entre soledad y mortalidad está en la cabeza. Los autores de la revisión mencionan en ella que la incidencia de problemas mentales como la depresión es mayor en las personas que viven solas. “La depresión adelanta los síntomas de las enfermedades neurodegenerativas, como el alzhéimer y el párkinson”.
Tanto Roquer como Inzitari coinciden en lo que habría que hacer para lograr que un factor de riesgo de mortalidad tan destacado que es evitable, se evite efectivamente. “Además de sensibilizar a la población contra el edadismo [discriminación social por la edad, el arrinconamiento de los viejos], habría que integrar los servicios sociales y los sanitarios”, “hay que aprovechar el tejido administrativo y el social; aquí es importante integrar la parte de salud con la social”, para lo que Roquer llama “hacer la prescripción social, prescribir actividades como se prescriben medicinas”