DIARIO MÉDICO; Rocío R. García-Abadillo;
17/04/2024
El estudio publicado ahora en JACC: CarcioOncology es en parte resultado de una línea de investigación que el grupo del doctor Borja Ibáñez comenzó hace tiempo y por el que el especialista fue galardonado con el premio de investigación clínica de la Fundación Occident. «Queríamos especialmente estudiar posibles dianas para prevenir la cardiotoxicidad de los tratamientos del cáncer que eventualmente pudieran ser luego abordables desde un punto de vista nutricional», dice Ibáñez.
Cada año se diagnostican en Europa más de 4 millones de personas con algún tipo de tumor y 3 millones son tratados con antraciclinas (doxorrubicina, epirrubicina…) en combinación con otros fármacos.
Uno de sus posibles efectos adversos, conocido hace tiempo, es que tiene toxicidad directa para el corazón: uno de cada tres pacientes desarrolla esa cardiotoxicidad, aunque la mayoría es transitoria y no tiene consecuencias. Sin embargo, en un 5% (teniendo en cuenta las cifras de cáncer, es un volumen enorme) esa toxicidad resulta en un daño irreversible en el corazón. De esa forma, los supervivientes del cáncer que superan un proceso letal a corto plazo terminan viviendo con un proceso crónico como es la insuficiencia cardiaca, que les limita la vida.
Los investigadores del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), centro dependiente del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), han caracterizado los procesos por los que las antraciclinas causan esa toxicidad cardiaca:
1. Las antraciclinas son muy eficaces contra los tumores porque se unen al ADN nuclear y las células tumorales, que no pueden proliferar por tener dañado el ADN y que acaban muriendo. Sin embargo, las antraciclinas se unen igualmente al núcleo de los cardiomiocitos, lo que provoca un daño muy importante en la información de muchas de estas células.
2. El segundo mecanismo por el cual las antraciclinas provocan daño en el corazón es por un daño directo en las mitocondrias, que son estas pequeñas estructuras que están dentro de todas las células y que son responsables de la producción de energía. Como el corazón necesita energía constantemente, cualquier daño a estas mitocondrias tiene estos resultados dañinos.
El equipo liderado por el doctor Borja Ibáñez ha identificado hasta cuatro posibles dianas terapéuticas para prevenir el daño cardiaco que causa este fármaco oncológico tan usado:
– Se plantea que una dieta rica en proteínas puede aumentar el aporte de proteínas y aminoácidos a las fibras cardíacas, lo que podría prevenir la atrofia y que no hubiera cardiotoxicidad crónica a largo plazo». Son los suplementos proteicos habituales que utilizan los deportistas, proteínas que claramente cuantificamos cuántas son y se lo ponemos como suplemento a una dieta normal. Borja Ibañez indica que “debemos ser cautos porque el estudio aún está en marcha, pero los resultados preliminares son muy prometedores y eso nos llevaría a pensar en cómo hacer el ensayo clínico, con esta nutrición hiperproteica ya en las primeras exposiciones a las antraciclinas».
– Otra diana terapéutica muy interesante, expone Ibáñez, sería utilizar eventualmente alguna terapia farmacológica que aumente la utilización de ácidos grasos por la mitocondria y poder así aumentar la fosforilación celular de estos ácidos grasos, lo que proporcionaría energía a las células cardíacas (cardiomicocitos). Incluso también proponen una intervención nutricional como sería una dieta muy rica en ácidos grasos omega 3.
– La tercera diana que podrían explotar sería «sensibilizar a las células para diferentes nutrientes, no tanto darles una terapia nutricional, sino sensibilizar a la propia célula para que sea capaz de captar mejor estos nutrientes».
– Una cuarta posible intervención sería lo que se denomina condicionamiento isquémico remoto. Se ha demostrado en algunas condiciones que provocar breves periodos de isquemia y reperfusión en un órgano remoto, por ejemplo, el brazo, puede aumentar una liberación de mediadores que puedan luego llegar al corazón y hacer que sea más resistente a posibles daños (se está realizando ya un ensayo clínico con este condicionamiento isquémico remoto que se denomina Resilience, que incluye ya a 600 pacientes con un cáncer diagnosticado tributario de tratamiento con antraciclinas