Los efectos agudos de la exposición excesiva a la radiación solar son conocidos. Incluyen la aparición de eritemas cutáneos, edemas, quemaduras e inmunosupresión. Por otra parte, la exposición acumulativa origina además envejecimiento cutáneo y es la principal causa relacionada con la aparición de cáncer de piel. La exposición a la radiación ultravioleta es el principal factor de riesgo prevenible de estas formas de cáncer. Sabemos que la mayor parte (80-90%) están relacionadas con dicha exposición y, sin embargo, la protección adecuada frente a este tipo de radiación todavía es insuficiente.
Los rayos ultravioletas penetran en las capas de la piel y dañan el ADN y otros componentes celulares. Modifican el equilibrio oxidativo al promover la formación de especies reactivas de oxígeno y favorecen la aparición de mutaciones genéticas. Originan envejecimiento cutáneo, caracterizado por pieles finas con arrugas, trastornos de la pigmentación y pérdida de elasticidad. Si el ADN no es reparado adecuadamente se alteran diversos mecanismos celulares, entre ellos los implicados en la división celular y se favorece el desarrollo de procesos cancerosos en las zonas expuestas.
Entre los cánceres cutáneos se encuentra el melanoma, aunque no es el más frecuente. Hay otras formas que afectan a un número mayor de personas, entre ellas los carcinomas de células basales y los de células escamosas. Además, existen situaciones de fotosensibilización que determinan la aparición de reacciones fototóxicas, entre ellas las relacionadas con la administración de determinados fármacos anticancerosos o antiarrítmicos, entre otros. El tratamiento de las distintas formas de cáncer de piel ha ido evolucionando a lo largo de los últimos años y con ello han mejorado los resultados, aunque, como ocurre con un gran número de enfermedades, la primera medida que hay que considerar para combatirlas es la prevención. Para reducir los daños de la excesiva irradiación solar hay que poner en práctica los hábitos y estrategias de fotoprotección, especialmente en los niños que son más vulnerables.
Estos temas son presentados y discutidos en el artículo publicado por Pellacani G et al en la revista J Eur Acad Dermatol Venereol (2024; 38, suppl 5:12-20. doi: 10.1111/jdv.19677), quienes señalan las diversas estrategias a seguir, que abarcan desde el control de las horas de exposición solar a la utilización de prendas de vestir y gafas protectoras, pasando por la utilización adecuada de productos de aplicación tópica para la protección de la piel. En relación con estas sustancias, el factor de protección solar (SPF) indica el cociente entre la mínima dosis de radiación ultravioleta requerida para producir eritema en la piel protegida por el producto y la dosis de radiación necesaria para producir el mismo eritema en la piel no protegida. La protección es mayor cuanto mayor es el SPF. El desarrollo de estas sustancias aplicadas en forma de filtros y cremas también está progresando y en su regulación hay que tener presente diversas exigencias mínimas en cuanto a seguridad, eficacia, tolerabilidad y efectos sobre el medio ambiente, entre otras.
En los últimos años, también se han ido obteniendo más evidencias sobre la implicación de la luz visible en la exacerbación de condiciones agravadas por la exposición a la radiación ultravioleta. Progresivamente se va disponiendo de más información sobre los efectos biológicos de la parte del espectro de luz visible más cercana a la de la radiación ultravioleta. Se la denomina luz azul y constituye la parte del espectro visible con las longitudes de onda más cortas. Diversos estudios confirman que también tiene efectos dañinos sobre las células cutáneas, especialmente a través del estrés oxidativo que produce el exceso de exposición a la misma.
En el artículo publicado recientemente por Douki T et al, de la Universidad de Grenoble, (Photochem Photobiol 2024; Feb 13. doi:10.1111/php.13921) se analizan los resultados obtenidos en preparaciones de epidermis humana reconstruidas in vitro, tras su exposición a luz azul y posteriormente a radiación ultravioleta. Los hallazgos demuestran la inhibición de los procesos de reparación cuando había exposición a la luz azul, además de la exposición a la radiación ultravioleta. Esta inhibición causaba acumulación de mutaciones del ADN en las células cutáneas. En el artículo resaltan los efectos protectores de la utilización de filtros y cremas solares adecuadas que, al evitar o disminuir las acciones tanto de la radiación ultravioleta como las de la luz azul, evitan el daño en el ADN, producido fundamentalmente por la radiación ultravioleta, así como la inhibición de los procesos de reparación, causada por la luz azul.
Fuente: Esta noticia recoge el resumen de dos trabajos publicados recientemente (J Eur Acad Dermatol Venereol, julio 2024; Photochem Photobiol, febrero 2024).
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