Javier Benítez
Presidente de la Fundación Quaes. Valencia
A principios del 2021 la pandemia causada por el SARS-COV-2 se movía alrededor de dos frentes. El más importante era el de las vacunas. La vacuna de Pfizer se había empezado a distribuir por parte del mundo y se empezaban a poner las primeras dosis a la población de mayor riesgo. En nuestro País, esta población era sin duda alguna los mayores de 70 años que tan dura y cruelmente había sido atacado durante los meses anteriores, especialmente los ancianos de las residencias. A la vacuna de Pfizer se unieron en pocos días la de Moderna, también basada en el material genético del virus, en concreto su ARN mensajero, y la de AstraZéneca, que a diferencia de las anteriores utiliza un fragmento de ADN complementario del ARN del virus que se introduce en un vector de adenovirus que es el que se inocula. Cada una de ellas tenía sus pros y contras pero las tres tenían en común una alta eficacia; las dos de ARNm superior al 94%, las vectorizadas por adenovirus en torno al 80% , representaban por tanto un paso fundamental para la lucha contra el virus.
El segundo frente era la nueva ola de contagios que sufrió el mundo en general, estamos hablando de una tercera ola a principios de año que pronto evolucionó a una cuarta ola con un número de fallecidos superior en seis meses a todo el año anterior, al 2020. Hubo nuevo estado de alarma en nuestro País, con severas restricciones que cortaron de raíz las vacaciones de Semana Santa y otras festividades que podían contribuir a la expansión del virus. La Navidad y el resto de festividades que giraron alrededor y que previamente se habían celebrado, supusieron una desconexión con la tónica conservadora que se había llevado después del verano, y fueron el punto de partida para estas dos nuevas olas.
Bajo la amenaza de estas situaciones y de las restricciones impuestas en las distintas comunidades desde principios de año, la cuarta ola ha ido descendiendo y hemos llegado al verano del 2021 con tres escenarios distintos que ofrecen luces y sombras hacia el final de la pandemia que ya se ha cobrado 200 millones de contagiados en todo el mundo y 4 millones de fallecidos por la COVID.
El primero y más importante han sido sin duda alguna las vacunas. A las tres anteriormente mencionadas se han sumado algunas más aprobadas por la UE, como la de Janssen de Johnson and Johnson, de uso ya en nuestro país, y las de otros países no comunitarios, como la de Sinopharm y Sinovac de China, y la de SK Bio de Corea del Sur. La vacuna rusa Sputnick V no está aprobada por la UE a pesar de haberse utilizado en gran cantidad de países.
Cualquier ciudadano vacunado con alguna de esas vacunas aprobadas puede circular libremente por los países de la UE llevando el pasaporte COVID. Un pasaporte que se consigue fácilmente desde el Ministerio. Este hecho ha permitido reactivar notablemente el turismo en nuestro país y la economía asociada al mismo. El mes de junio sin ir más lejos y con las nuevas medidas de apertura, han supuesto la creación de más de 200.000 puestos de trabajo, algo que no ocurría desde el 2019. Actualmente, Julio del 2021, España tiene ya un 40% de vacunados con las dos dosis y un 25% más con una sola dosis. Somos el primer país de la UE en vacunaciones y debemos agradecer a las Comunidades Autónomas el gran esfuerzo que están realizando todas ellas, especialmente en las 3 ó 4 últimas semanas, donde la logística planteada ha permitido vacunar masivamente a muchos millones de españoles. Estamos cerca de alcanzar el 70% de vacunados que nos conferiría la inmunidad de grupo tan largamente deseada por los epidemiólogos por representar la frontera para empezar a tener una vida relativamente normal.
El segundo escenario ha sido la desaparición del estado de alarma desde mediados de mayo, con lo que ello implica para los encuentros entre familiares y amigos pertenecientes a distintas comunidades. Esto ha permitido la movilidad intra y entre comunidades, además de la relajación de otras medidas de convivencia. Esta escenario culminó pocos días después con la desaparición del uso de las mascarillas en los espacios públicos exteriores siempre que se mantuvieran las distancias de seguridad. La “liberación” de la mascarilla no es el final de una época, pero casi, por la libertad que representa para los ciudadanos el estar en la playa, en los parques, o en la calle paseando sin estar pendientes de la misma, aunque hay que decir que una semana después de su inicio, más del 80% de la población sigue llevándola por la calle, posiblemente porque nunca hemos sabido qué criterios científicos se han utilizado para poner una fecha concreta como el final de una época, y a falta de ello queremos ser nosotros mismos quienes decidamos cuando empezar a deshacernos de ella.
El tercer escenario es la posible aparición de una nueva ola, la quinta, que ha triplicado la tasa de contagios en tan solo dos semanas y que está protagonizada mayoritariamente por la población juvenil. Las vacaciones de verano, la aparente desaparición de la cuarta ola y la relajación que ha venido después, la retirada de las mascarillas, el final del colegio y de las universidades con sus burbujas correspondientes, el final del estado de alarma y en definitiva, la libertad que supone el verano para todos pero en especial para la gente joven, ha hecho que se presente esta nueva ola liderada por una población entre 12 y 29 años. Tan es así, que se ha empezado a vacunar a esta población de forma prioritaria para tratar de mitigar el aumento de contagios que en ellos llega a ser hasta 4 veces superior el de la media nacional y 10 veces superior a los contagios en mayores de 60 años. Lo positivo hasta ahora es que la clínica que presentan es muy ligera y no están planteando de momento los graves problemas de hospitalización de las olas precedentes, aunque comunidades como Cataluña, Navarra o Cantabria estén empezando a ser una excepción. Por el contrario, se está incrementando el trabajo de nuestros centros de atención primaria provocando una afluencia extraordinaria a nuestra ya saturada medicina de estos centros. Sin embargo, si esta situación persiste, vamos a empezar a ver un incremento importante de camas ocupadas a nivel hospitalario y de las UCIs en cuestión de poco tiempo. No hay que olvidar que al número de nuevos casos que puedan necesitar hospitalización hay que sumar la época en la que estamos, verano, y en una época como ésta y unos meses como son julio y agosto, la sanidad reduce su personal por vacaciones, las contrataciones de los sustitutos bajan, y el cierre de camas y plantas hospitalarias está a la orden del día. Nuestros sanitarios han sido el estamento más castigado en todos los sentidos por esta pandemia y el trato que han recibido de las comunidades y del gobierno central no ha estado en consonancia con la labor realizada. Se ha despedido a muchos de ellos tras estar un año a pie de cañón y actualmente es insuficiente el número de sanitarios para hacer frente a la pandemia si la ola se asienta. ¿Cuál será la respuesta de nuestras administraciones?
Despedimos la primera mitad del año (hasta julio) con un panorama relativamente positivo, pero a la vez incierto. La economía es algo muy preocupante que parece haber cambiado de signo a mucho mejor en pocas semanas, pero lo mismo que llega se puede marchar si esta “quinta ola” llega a ser una realidad y se necesitan tomar nuevas medidas restrictivas. De hecho, algunas comunidades, sobre todo las turísticas, han empezado nuevamente a poner horarios al cierre de actividad nocturna, o al número de personas que pueden estar juntas en los bares y restaurantes, o como Cataluña y Cantabria que han decidido cerrar la noche. Pero pensemos en positivo, que estos problemas no van a ir a más porque somos conscientes de lo que nos jugamos y nuestras autoridades han aprendido mucho en este año y medio, porque a la vuelta del verano vamos a tener el 70% de las vacunaciones completadas, y porque la inclusión de los jóvenes menores de 29 años en las campañas de vacunación supondrá un freno importante a la ola de contagios que estamos sufriendo actualmente.