Mercedes Hurtado Sarrió
Presidenta del Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Valencia
Hace un año todos los medios de comunicación hablaban de un virus que estaba afectando a la población de Wuhan, China. Pensábamos que era algo ajeno a nosotros, algo que se encontraba muy lejos y que no iba a llegar hasta aquí. Entonces llegó a Italia, y tan solo unas semanas después aterrizó en España, el SARS-CoV-2 (COVID-19), un virus de alta transmisibilidad y virulencia, se adentró de lleno en nuestra sociedad para, por desgracia, y por un tortuoso e indefinido tiempo, quedarse.
Los médicos estamos muy cansados, preocupados y alarmados porque hace un año que nos arrasó este tsunami que luego fue un carrusel de “cifras” (que son personas con nombres y apellidos) de contagios y muertes. Después del verano, nos vino la segunda ola, y sin habernos recuperado de esta, se superpuso lo que llaman “tercera ola” que más que ola lo que los médicos vemos es ya una pared vertical. Desde el Colegio de Médicos de Valencia ya avisamos que esto iba a suceder, aconsejamos que se tomarán todas las medidas necesarias de cara a las festividades navideñas, desde el punto de vista sanitario recomendamos encarecidamente un confinamiento navideño, estas no eran unas navidades para ser vividas como otras cualquiera, estábamos inmersos en una pandemia y partiendo de unas cifras de contagio y mortandad alarmantes.
A lo largo de la historia, en los períodos de epidemias lo que más ha funcionado ha sido siempre el aislamiento. Ahora las navidades han pasado y el récord de contagios que ha alcanzado la Comunidad Valenciana es la secuela que nos ha dejado el no actuar con la responsabilidad que pedía a gritos esta situación. Por si fuera poco, tenemos ya entre nosotros esa nueva cepa, la británica que resulta mucho más contagiosa.
Por suerte, algo hemos aprendido, los profesionales sanitarios sabemos un poco más a lo que nos enfrentamos, y en un tiempo récord estamos disponiendo de una vacuna, pero venimos cansados, hastiados de una pandemia que se está haciendo crónica y que va a tener efectos colaterales a largo plazo en la sanidad, pues la vida continúa y hay otras patologías que se están dejando de atender por atender a la COVID. Nos esperan largas listas de espera de atención e intervenciones en patologías demorables, agudizaciones de patologías crónicas, retraso en el diagnóstico precoz de patologías mortales como el cáncer…
Esta pandemia ha puesto una vez más de manifiesto que la gran fortaleza de nuestro sistema sanitario eran nuestros profesionales, y digo eran porque ahora estamos cansados y debilitados, aún así seguimos y seguiremos en la brecha haciendo todo lo que esté en nuestra mano y más. Pero también está poniendo de manifiesto las grandes carencias del sistema sanitario. Un sistema que venía de recortes continuos desde hace años en recursos humanos, que se estaba orientando a hospitales de agudos con altas precoces hasta el punto de ser actualmente el país de Europa con menos número de camas por habitante. Esto junto con la pandemia ha supuesto la “tormenta perfecta”.
Si de esta aprendemos de verdad algo, deberemos esforzarnos en cambiar la gestión de nuestro sistema sanitario con un aumento de recursos humanos, planificado desde la universidad, con una construcción de hospitales de crónicos y hospitales de contención que nos sirvan para estar preparados, pues esta pandemia no ha sido la única en la historia de la humanidad, ni será la última dado el mundo globalizado en que vivimos. Deberemos además, invertir de verdad en la investigación que es el motor de la medicina, poner la tecnología al servicio de la salud, y apostar por políticas de salud pública y prevención.
Los médicos llevamos ya casi un año de incertidumbre, preocupación, frustración, e insatisfacción con el sistema sanitario y sus protocolos cambiantes, sin una directriz firme. Preocupados por una sociedad que no parece entender la gravedad de la situación, que ha vivido en otro mundo, de aplausos y arco iris al principio y de desinformación después, no han vivido el mundo que hemos vivido los sanitarios de lágrimas e impotencia, no han visto las imágenes de nuestros muertos…
Llevamos casi un año trabajando durante jornadas interminables que nos dejan totalmente agotados a nivel físico y especialmente, psicológico. Detrás de cada bata hay una persona con familia a la cual se le puede contagiar, muchos compañeros se han “auto aislado” de sus seres queridos por temor a transmitirles la enfermedad.
La vacuna, por supuesto, es la esperanza, pero hay mucho temor e inquietud entre los profesionales sanitarios al respecto porque ha habido un repentino parón en el proceso. Por ello, desde el ICOMV hemos reclamado que se vacune, y que se haga por igual en la sanidad pública y privada fijando el orden de vacunación en función de la exposición y el riesgo al que se enfrentan los distintos profesionales médicos valencianos, con unos protocolos de vacunación transparentes.
El Colegio de Médicos de Valencia, como casa de los médicos valencianos, también se ha tenido que reinventar. Hemos intentado y seguimos intentando en todo momento defender la profesión y facilitar la labor profesional de los médicos valencianos, ayudarles y cubrir las nuevas necesidades que van surgiendo.
No quiero olvidarme de todos aquellos compañeros que han perdido la vida en esta pandemia, que han combatido con todas sus fuerzas en esta batalla y que son nuestros héroes. “Puede ser un héroe lo mismo el que triunfa que el que sucumbe, pero jamás el que abandona el combate” Thomas Carlyle.
Quiero hacerles una mención especial para que su recuerdo permanezca siempre entre nosotros, porque creo que no hay mejor ejemplo que simbolice el compromiso con nuestra profesión, incluso en las situaciones más injustas.
Todavía hay mucho que hacer y creo que en este momento es muy importante que intentemos caminar todos a una. Debemos trabajar juntos, dejando de lado intereses individuales y velar por un propósito común: la salud global.