Introducción de César Nombela
Catedrático de Microbiología y Patrono de la Fundación QUAES.
Esta semana escribe para RETOS COVID-19 el Profesor de Investigación del CSIC Vicente Larraga.
Desde los primeros tiempos de la pandemia, su grupo científico, en el Instituto de Investigaciones Biológicas Margarita Salas, ha puesto a contribución notables esfuerzos en búsqueda de una vacuna contra la covid. Su estrategia se basa en la creación de plásmidos (DNA extracromosómico) que incorporan secuencias génicas del virus SARS-CoV-2, de las que codifican la proteína S (la que forma las espículas y sirve al virus de llave de entrada en la célula humana), fragmentos de esta u otras proteínas con actividad antigénica. La administración de estos productos activa en animales de experimentación, una respuesta inmunitaria frente al virus. Desde el punto de vista fundamental, las vacunas basadas en DNA pueden tener la ventaja de su mayor estabilidad, comparadas con las de RNA que ya están en uso. Se confía en que sus investigaciones puedan trasladarse pronto al desarrollo clínico mediante su estudio en humanos
Cesar Nombela
Artículo de Vicente Larraga
Profesor de Investigación del CSIC
Desde diciembre de 2019, el mundo vive una pesadilla que nuestra generación no había vivido. Una nueva infección procedente de China empezó a causar un número de enfermos de proporciones desconocidas con unos porcentajes de fallecimientos elevados. A todos nos vino a la cabeza la epidemia de gripe de un siglo antes, la mal llamada “gripe española” que a finales de la Primera Guerra Mundial y en la primera posguerra, dejó un cortejo de muerte a lo largo del mundo.
Afortunadamente, este siglo transcurrido no ha sido en vano para la medicina y a pesar de las cifras terribles que estamos teniendo de enfermos y fallecidos, estas no son comparables con lo acaecido entre 1917 y 1921. En primer lugar, la medicina hospitalaria occidental actual ha podido resistir, a duras penas, eso si, el aluvión de pacientes que les llegaban con una infección respiratoria grave que en muchos casos acababa con su muerte. Por otra parte, se ha producido una cooperación científica sin precedentes. Ya ha finales del mes de enero de 2020 estaban disponibles las secuencias de las diferentes proteínas de virus responsable de la infección. Esta cooperación y varios estudios básicos que estaban en marcha desde hacía unos años, han permitido el desarrollo, en unos tiempos cortos, inconcebibles hace un par de años siquiera, de vacunas protectoras frente a la enfermedad.
En diez meses se han conseguido cinco vacunas disponibles con unos porcentajes de protección en la población general, muy buenos. Dos de ellas, basadas en una tecnología absolutamente nueva basada en introducir el ARN correspondiente a una proteína del virus responsable, el SARS-CoV-2, la llamada S de su superficie, que introducida en una persona hace que este la sintetice y que al ser reconocida como extraña por el Sistema Inmune del organismo produzca una respuesta protectora frente a la infección por el virus. Estas dos han sido desarrolladas por las compañías farmacéuticas Pfizer y Moderna.
Otro tipo de vacunas se ha desarrollado introduciendo en un vehículo, normalmente un virus, bien del catarro o de otra familia que tenga facilidad de penetración en las células del individuo vacunado, el gen de la proteína del virus para que las células d este vuelvan a producir la proteína S y vuelva a ser reconocida como extraña con la consiguiente respuesta protectora del sistema inmune. La compañía AstraZéneca es el caso más representativo de este tipo de vacuna. El Instituto Gamaleya ruso ha desarrollado una similar en el mecanismo, pero usando dos virus del catarro, diferentes en cada dosis, para incrementar la eficiencia. El ejército chino ha desarrollado una similar y otra usando virus atenuado de forma clásica.
En este momento hay en desarrollo decenas de nuevas vacunas de todos los tipos de las que al menos una decena estarán disponibles a lo largo de los próximos meses de 2021 y 2022. Sintéticas, de ADN desnudo (Innovio) y de otros tipos. A esto habrá que añadir los desarrollos de nuevos tratamientos médicos, algunos muy prometedores.
Todos los países con capacidad de I+D en vacunas están intentando desarrollar las suyas lo que les permitirá proteger a su población sin depender de las estrategias de distribución de las grandes empresas farmacéuticas. Un caso evidente es el de Cuba, con dos institutos de investigación, el de Biotecnología y el de parasitología Carlos Finlay que ha desarrollado cuatro candidatos a vacuna, entre ellas, la Soberana 2 que está ya en fase clínica III. Esta, está basada en el fragmento de entrada de la proteína S del virus (RBD). Es producida por un método tradicional y está resultando efectiva. Protegerá a los habitantes de la isla y podrá ser exportada, aunque no sea en grandes cantidades, a países que tienen dificultades para pagar los precios que se están imponiendo en el mundo.
Muchos países, entre ellos España, están intentando desarrollar vacunas efectivas bien de ADN, de virus tradicionales, de inactivación genética selectiva o de ARN por diferentes grupos de las universidades, como Barcelona y Santiago o desde el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Es muy probable que entre el fin de 2021 y el comienzo de 2022 un par de ellas puedan llegar al mercado. Dada la situación actual, con vacunas realizando bien su función de contención de la pandemia, hay que añadir, en el desarrollo de una buena vacuna, la misma protección que las que ya existen, pero alguna ventaja adicional.
Esto es lo que sucede con las vacunas de ADN que se están desarrollando en España, en las que se está tratando de mantener su estabilidad a temperatura ambiente, lo que le proporcionará una ventaja objetiva a la hora de la distribución, sobre todo en países en los que mantener la cadena de frío no es una tarea fácil. Otra posibilidad que se está intentando en estas vacunas, es el tratar de obtener una respuesta protectora frente a otra proteína de virus que, al contrario de la proteína S, universalmente usada, sea estable, no mute y por tanto, la vacuna utilizada sea efectiva frente a todas las cepas del virus, pasadas, presentes y futuras. Conseguir la independencia de los intereses comerciales de las multinacionales y la libertad de distribución basada solo en criterios científicos y humanitarios es muy importante y merece la pena el esfuerzo.
Los intereses comerciales, basados en el precio a pagar, han condicionado la distribución de las vacunas actuales. Europa y con ella España está pagando ingentes cantidades de dinero para que los ciudadanos estemos protegidos. No obstante, la pandemia sigue golpeándo salvajemente a muchos ciudadanos de países que no se pueden permitir los precios impuestos por las empresas y sus ciudadanos siguen muriendo a miles. Las propuestas de moratoria en las patentes, previstas en los acuerdos de la Organización Mundial del Comercio, no son muy útiles, pues los fabricantes, dado que el de las vacunas ha sido tradicionalmente un mercado controlado y cerrado, no tienen solo la tecnología, sino el know how y el personal preparado. Así como las instalaciones para la fabricación y por si fuera poco, controlan el mercado de las materias primas. La única solución factible es negociar un acuerdo entre los gobiernos que permita presionar a las empresas, casi monopolistas, mediante su control sobre otros fármacos que producen grandes beneficios para estas empresas. Hay que considerar que hasta que no estén protegidos todos los habitantes del planeta, esta pandemia no terminará. Se trata de un deber moral, pero también de una necesidad objetiva.
Hay que considerar también el papel que juegan tradicionalmente las vacunas en la geopolítica como factor de penetración en los países en desarrollo, por parte de las grandes potencias a través de donaciones. Esto se vuelve a reproducir por parte de Rusia y China en estos momentos. Las empresas estadounidenses que están proporcionando la mayor parte de las vacunas, no parece que se planteen nada más que donaciones simbólicas. Los cubanos si parecen dispuestos a mostrase solidarios, dentro de su nivel limitado. España ya ha anunciado la donación de millones de vacunas sobrantes. Con todo, hay que ser optimista, cuando haya más vacunas, habrá más actores en el tablero internacional y se habrá demostrado que en cien años la ciencia y su capacidad de ayudar a las personas ha dado un salto de gigante. Es responsabilidad de todos que el egoísmo no sea la norma de conducta con respecto a las personas más desfavorecidas. En el acceso a las vacunas y en todo.