José Ángel Galán Torrecilla.
Abogado-mediador. Fundación ATYME. Madrid
Después de más de dos años de pandemia, la fatiga mental ha hecho mella en el estado de ánimo de las personas. El confinamiento, el miedo al contagio, los cambios de estilo de vida, los problemas económicos y laborales, los duelos y la vista de un horizonte lejano e impreciso del fin de la pandemia han alterado el funcionamiento normal de las familias. Se observa la angustia de las parejas, al no poder proyectar escenarios de futuro. La sensación de indefensión por no visibilizar un tiempo limité de fin de pandemia les afecta y puede limitar el rango de lo posible y lo que no.
Cada vez estamos atendiendo a un número mayor de parejas en proceso de separación, en que el periodo de confinamiento ha supuesto para ellos un gran desgaste emocional, con un incremento o incluso desvío en una espiral perversa del conflicto. Llegan agotados, con la intención de acabar lo más rápido posible con su relación de pareja, pensando que así terminarán con el sufrimiento de cada uno y resolverán el conflicto. En estos casos, el cambio no puede ser concebido en términos de resolución, sino más bien de transformación que conlleva un salto de nivel, una transición en el desarrollo del conflicto. En ocasiones, este cambio supone únicamente un desbloqueo de la capacidad para negociar, paralizada tras la decisión de ruptura. En otros casos el cambio requiere modificaciones significativas en las percepciones del conflicto que tienen las partes. El cambio, por tanto, no es el acuerdo, sino el proceso recorrido para conseguirlo. Otras veces hemos atendido a parejas que han acudido al centro de mediación para iniciar su separación, pero que han tenido que paralizar la intervención, debido a razones de índole económico (Al tener que hacer frente a dos residencias, pensión de alimentos para los hijos, pensión compensatoria cuando proceda) y la incertidumbre laboral y profesional. Estas parejas después de tener toda la información sobre las consecuencias económicas de la separación han tomado la decisión voluntariamente de seguir compartiendo el mismo domicilio, pactando no obstante de común acuerdo unas reglas que determinen de forma temporal las reglas de convivencia.
A raíz de la pandemia por COVID-19, han incrementado las peticiones de parejas ya separadas para modificar las condiciones pactadas en un acuerdo anterior, por ejemplo; la reducción de la cuantía de la pensión alimenticia a los hijos por parte de los progenitores separados a causa de la reducción o pérdida de ingresos y la modificación del régimen de visitas debido a la contingencia sanitaria.
Resulta significativo el aumento de casos en lo que respecta a las solicitudes relacionadas con adolescentes.
Las solicitudes de las familias en estos casos tienen que ver con comportamientos en los que confluyen varios factores: bajo rendimiento escolar o académico, desregulación emocional, comportamiento autolítico (autolesiones), ideación suicida y otros factores psicológicos vinculados a baja autoestima, desesperanza y otros marcadores que indican estados ansiosos/depresivos en la población infanto-juvenil.
Se debe prestar especial atención a estos signos/síntomas, y en coordinación con los servicios de atención primaria y salud mental elaborar protocolos que nos permitan prevenir y detectar de forma precoz este tipo de problemáticas con el objetivo de evitar cualquier conducta de riesgo que pueda poner en peligro la integridad física de los adolescentes. Se hace por tanto necesario dotar a las familias de herramientas que les sirvan para prevenir futuras conductas de riesgo, así como proporcionarles todos los recursos de los que disponen a la hora de abordar problemáticas de esta índole.
Podemos afirmar que el Covid19 ha supuesto un desafío extra para las familias que han tenido que adaptarse con rapidez a una realidad cambiante, confusa y desalentadora. Las familias que han solicitado atención durante la pandemia demandan apoyo psicológico para abordar dinámicas familiares disfuncionales que generan gran malestar e incapacidad en cada uno de sus miembros. En las familias que, además, cuentan con escasos recursos económicos, parten con una gran desventaja a la hora de afrontar cualquier eventualidad, por tanto, la situación de confinamiento ha supuesto para estas familias un desafío más que ha comprometido seriamente sus recursos familiares.
En este periodo de la pandemia, las personas solicitan apoyo psicológico para abordar las siguientes problemáticas que han emergido durante este periodo:
- Dificultades de relación (subsistema conyugal y parental).
- Toma de decisiones sobre la continuación de la pareja (ruptura o terapia).
- Terapia de pareja (resolución de problemas y habilidades de comunicación).
- Estrategias y habilidades de comunicación con adolescentes.
- Abordaje de dificultades de relación producto del aislamiento.
- Estados de desregulación emocional y disforia.
- Bajo rendimiento escolar.
- Baja autoestima y desesperanza.
- Estados ansioso/depresivos vinculados a la incertidumbre provocada por la pandemia.
Un aspecto que hay que destacar, relacionado con la pandemia ha sido la educación, el cierre de los colegios durante largo tiempo y su reapertura en circunstancias especiales. La educación desde casa seguramente habrá producido algunos momentos de inspiración, otros de enfado, diversión y frustración, pero es muy poco probable que, en promedio, haya reemplazado o sustituido con total eficacia al aprendizaje en la escuela. Además, habrá diferencias sustanciales entre las familias, algunas de las cuales pudieron ayudar a sus hijos a aprender más que otras. Entre las principales diferencias se puede encontrar la cantidad de tiempo disponible para dedicar a la enseñanza, las aptitudes no cognitivas de los padres, los recursos de los que disponen (brecha digital) o la cantidad de conocimientos innatos de los padres. Es difícil ayudar a su hijo si tiene que aprender algo que es ajeno a sus conocimientos. Esta situación ha generado un aumento de la desigualdad en la educación y el progreso de los niños.
Los niños no han podido jugar en el recreo de la escuela, de pasar el tiempo con sus amigos o de realizar actividades de ocio habituales, se han visto privados de la mayor parte de su interacción social, que se ha reducido solo al contacto familiar. La imposibilidad de mantener relaciones de amistad durante este tiempo de confinamiento puede afectarles psicológicamente. sintiéndose algunos niños más aislados que otros. Los más mayores mantendrán contacto con sus amigos de forma online, aunque aquí también se puede producir el problema del ciberacoso entre los jóvenes, que suele aumentar en tiempos de crisis.