D. Clemente Gonzalez Soler
Presidente del grupo empresarial Alibérico
La pandemia del COVID está cambiando el mundo y también nuestras vidas. Lo vemos, por ejemplo, en la forma de trabajar, de relacionarnos las personas, de estudiar o de comunicarnos.
Caminamos hacia un mundo cada vez menos global y más local, donde los países tendrán que realizar un profundo análisis de sus estructuras productivas y, en general, de sus fuentes de riqueza para ser menos dependientes del exterior.
La gente seguirá trabajando en gran parte a distancia desde sus casas, lo que traerá consigo una cadena de profundas transformaciones. Se cerrarán muchos edificios de oficinas y la productividad ya no dependerá de un jefe, sino de plataformas que ayuden a medir los resultados KPI´s y los tiempos eficientes. Se replanteará la forma de contratar y ya no habrá diferencias entre el personal local y el extranjero.
El turismo de trabajo desaparecerá y también lo harán en su mayor parte los hoteles de negocios, manteniéndose aquellos que estén orientados a los turistas y al tiempo libre. Los congresos, las convenciones, las juntas de empresas serán digitales y con nuevos formatos muy atractivos.
El año 2020 será un año que marcará la vida y el futuro de las empresas. Aquellas que no hayan invertido en nuevas tecnologías, desaparecerán. Las empresas tecnológicas jóvenes y avanzadas desbancarán a aquellas que lleven 50 años haciendo lo mismo.
La forma de contratar será distinta. El número de trabajadores por empresa se reducirá drásticamente y tendremos por delante una temporada grande de despidos globales. Se podrá contratar a los mejores del mundo de una manera más fácil, económica y eficiente.
Las escuelas y universidades se transformarán en un sistema híbrido permanente. La educación será distinta. A cada persona se le dará lo que necesite. Estudiar offline u online será normal. Se contratará a gente muy preparada para los puestos importantes, pero no hará falta título universitario para los puestos de menor rango, aunque sí se exigirá experiencia.
No iremos a visitar al médico. Los médicos se adaptarán y realizarán sus consultas a distancia, vía digital. Los hospitales se replantearán todo el diseño interno, tanto de habitaciones como de UCI o quirófanos. Todo ello con el fin de tener espacios más flexibles que se puedan cambiar y transformar rápidamente según las necesidades.
La gente ahorrará más, consumirá menos y comprará online, lo que implicará el cierre de muchas tiendas físicas, a excepción de algunas, como grandes showrooms que permitan ver y tocar de manera presencial y comprar online.
En definitiva, nos encaminamos hacia una era de grandes cambios en la manera de vivir, de trabajar y de relacionarnos. Pero cabe preguntarse qué pasará con los valores, con los principios de las personas. ¿Se perderán todavía más como ha sucedido esta última década? ¿O tocaremos fondo y la sociedad, las personas, querrán recuperarlos y practicarlos cada día?
¿Mantendrán su vigencia el valor de la palabra, la fuerza de la verdad, el espíritu de sacrificio, el valor del trabajo bien hecho, la honradez, la amistad, el cariño, el respeto… todo aquello que nos enseñaron nuestros padres, al menos a aquellos que nacimos en los 50?
Creo que sí. Al menos el valor de la palabra y la fuerza de la verdad serán recuperados, porque son imprescindibles para vivir, para crecer y para estar orgullosos y felices con nosotros mismos. Necesitamos ser felices, felices cada día, con las pequeñas cosas que hacemos, pero también ayudando y apoyando a otros que lo necesitan. ¡Eso tiene que volver! ¡Tiene que llegar!
Quizás hoy, la clase política que tenemos es la que más ha perdido esos valores, y es también la que menos los practica, independientemente del color y del partido. Deberían ser conscientes de que los españoles estamos cansados de mentiras, de insultos, de provocaciones, y que queremos políticos que sean eficaces, que resuelvan problemas, no que los creen.
Para eso, seguramente, hace falta una clase política con experiencia en el mundo real, en el trabajo, en el manejo de presupuestos y cuentas de resultados, en dirigir, motivar e ilusionar a los funcionarios de las Administraciones para estar más cerca de los ciudadanos y resolver sus problemas. Y aquellos que no sepan, no estén preparados o no quieran hacerlo, ¡que se vayan! A la hora de votar es necesario que a los políticos se les valore y ponga nota en función de sus resultados, como se hace en el mundo de la empresa y de la economía real con sus directivos.
A pesar de todo, España es un gran país, y los españoles somos un gran pueblo, con una gran historia. De hecho, llegamos a liderar el mundo durante el reinado de Carlos I, cuando, como se decía, “el sol no se ponía nunca” sobre nuestro territorio. Yo sigo creyendo en España, y en los españoles, en la gente joven a la que hay que dar oportunidades para meter la cabeza en el mundo del trabajo y salir de este desastre nacional que significa tener más del 40% de desempleo juvenil entre los menores de 30 años.
Tenemos que salir adelante, España volverá a renacer. Y seremos los empresarios y las empresas quienes volveremos a tirar del carro para invertir, para crear nuevos puestos de trabajo y riqueza para los españoles.
Tenemos un futuro por delante, un futuro distinto que tenemos que trabajarlo y crearlo entre todos para poder dejar a nuestros hijos y a nuestros nietos una España mejor que la que heredamos de nuestros padres. Ese es nuestro compromiso, el de muchos españoles. Lo haremos y lo conseguiremos.