El abastecimiento en un puño

14 mayo, 2021


Jose Félix Olalla
Departamento de Public Affairs. Sanofi

En cierta ocasión, una periodista me dijo que era muy hermoso el nombre de la unidad administrativa en la que yo trabajaba; la subdirección general de medicamentos de uso humano. Le expliqué que esa denominación se había puesto para diferenciar a los medicamentos de uso veterinario, pero que a la vez me gustaba que ella hubiese pensado que se refería a la voluntad de hacer un uso adecuado, humanitario o humanista, de los fármacos.

Los medicamentos se han convertido en un elemento importante de nuestras vidas pues nos prestan ayuda en la debilidad. ¿Cuántos son? ¿Cuántos hay en España de uso humano? Esta no es una pregunta sencilla, como parece, pues entre otras cosas depende de la manera en cómo se cuenten. Según la Agencia Española del Medicamento en el día en que hago la consulta, hay exactamente 14. 776 y si tenemos en consideración los distintos formatos la cifra supera los treinta y dos mil. Más relevante para lo que me propongo contar en este artículo, es el número de sustancias o principios activos disponibles que son, según la misma fuente, 2.547. ¿Son muchos o pocos? No sé, la sociedad los necesita y por eso le preocupa cualquier noticia sobre su escasez, desabastecimiento o interrupciones en la provisión.

Durante las fases iniciales de la pandemia se produjo una inquietud general al detectarse problemas de suministro de fármacos veteranos como el paracetamol. Se conocieron noticias de cierre de fronteras en terceros países o de interrupción de las exportaciones de medicamentos. Con buen criterio, el gobierno español llamó a las compañías farmacéuticas y estableció una tutela sobre una lista de medicamentos considerados oficialmente como esenciales para atender a los pacientes afectados por los efectos del coronavirus.

Una falta de suministro de materias primas, una rotura del proceso de fabricación, un problema de calidad de un determinado lote, pueden desencadenar desabastecimiento. Sin embargo, no es lo mismo que este episodio afecte a un fármaco para el que existan otros idénticos o para el que se disponga de alternativas terapéuticas, a que ocurra en uno que no las tenga y ocupe en solitario el tratamiento de algunos síntomas o enfermedades concretas.

Otro aspecto del problema es saber si en tiempos de crisis se produce un fenómeno detectable de acopio de bienes para evitar una posible escasez y si esa tendencia alcanza al mundo de los medicamentos. Con la experiencia que estamos viviendo cabe hacerse una pregunta complementaria: ¿Es legítima, es egoísta o es previsora una actitud como esta? La mano cerrada no es solidaria, el puño con frecuencia es agresivo.

Lo cierto es que el problema de desabastecimiento estaba ya sobre la mesa antes de la crisis del coronavirus y que ésta vino a acentuarlo y previsiblemente a que ahora Europa esté construyendo los cimientos para que no se repita. Se reconoce por fin una excesiva dependencia de la producción por empresas asiáticas de principios activos veteranos que siguen rindiendo una estimable ayuda frente a muchas enfermedades. En consecuencia, se acometen iniciativas para aumentar la capacidad de fábrica dentro de los países de la Unión.

El Parlamento Europeo comenzó a debatir el problema de los desabastecimientos durante la pandemia y la Comisión estimula ya proyectos tractores que permitan alcanzar la soberanía de la producción de medicamentos esenciales. Serán proyectos de impacto, de colaboración público-privada, pensados para aquellas ocasiones en que el mercado, por sí solo, no puede aportar una innovación disruptiva.

De acuerdo con el documento de trabajo presentado por el Comité de Medio Ambiente y Salud Pública (ENVI) los casos de desabastecimiento producidos en Europa se han debido a cuatro razones: un aumento imprevisto de la demanda, la dependencia, como ya se ha mencionado, de terceros países especialmente en la fabricación de materias primas, las medidas proteccionistas adoptadas por algunos Estados llegando en ocasiones a un injustificado acopio de productos y las barreras al trasporte e incluso su paralización ocurrida en los peores momentos de la crisis. Falta sin embargo introducir en la reflexión el papel de fondo que pueda estar jugando la erosión continuada de los precios de productos veteranos a partir de subastas y precios de referencia.

Aunque no existe una definición legal de desabastecimiento, las directivas europeas imponen a los propietarios de las autorizaciones de fármacos el suministro continuo del mercado. Este requisito está contemplado en nuestro país en el título primero de la Ley de garantías y si una compañía deja de cumplirlo, se expone a una sanción tras la apertura de un expediente.

Los medicamentos del siglo XXI cuentan con un reconocido prestigio, que deben a la investigación creciente y a la superación demostrada de los conocidos criterios de calidad, seguridad y eficacia. Contribuyen decisivamente al bienestar de las personas, alivian los síntomas de la enfermedad y a veces permiten su curación. Ha costado mucho llegar a este punto y ciertamente no fue esta la situación en los tiempos antiguos. Los autores del siglo de oro se burlaron de la medicina y de los fármacos. Ahí están como ejemplo, las letrillas satíricas de Quevedo o de Góngora que hicieron sangre y que hoy no tendrían justificación.

Juan de Luna, a quien debemos una segunda parte del Lazarillo de Tormes, relata la historia de un médico ignorante que no sabía recetar. Tomó de casa del boticario muchos remedios, los metió en una alforja, y ante cualquier enfermedad que se le ofrecía, sacaba una píldora cualquiera de la alforja sin distinción alguna y se la daba al enfermo diciendo: Dios te la depare buena.

José Félix Olalla

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