Víctor Jiménez Cid
Catedrático de Microbiología de la Universidad Complutense de Madrid
Uno de los pilares esenciales de nuestra sociedad, quizás el más importante en la medida en que condiciona la solidez y durabilidad de los demás pilares, es la Educación. Entre los éxitos indudables en la contención de la pandemia debemos destacar el eficaz control de brotes en la actividad académica, tanto en colegios e institutos como en las universidades. Se ha reconocido el mérito de la comunidad educativa en la labor preventiva desarrollada. Este éxito contrasta con otros contextos, como por ejemplo el sector del ocio, en los cuales el establecimiento de medidas o la laxitud en su acatamiento, han sido menos eficaces. Para ilustrar esto, basta constatar que los brotes que han afectado a la comunidad universitaria han tenido lugar en residencias de estudiantes y en colegios mayores, no en las aulas. La reducción de la presencialidad ha sido un mal necesario, pero en lo sucesivo y en aras de la calidad formativa se plantea retomar la actividad presencial lo antes posible. He aquí algunas de las claves que conviene revisar de cara al comienzo del curso y ante la presencia variantes del SARS-CoV-2 con elevada transmisibilidad como Delta, responsable de último pico epidémico.
Uso de mascarillas: las mascarillas, obligatorias en mayores de 6 años, son la principal barrera para la transmisión tanto en exteriores a corta distancia como en interiores, especialmente durante las clases. Las mascarillas deben estar homologadas, bien ajustadas, de modo que cubran siembre la nariz y la boca de manera estanca. Por su diseño, las FFP2 ofrecen mayor protección que las denominadas “higiénicas”. Muchos centros prohíben las mascarillas de tela al resultar complejo verificar si están elaboradas con materiales homologados en cuanto a su capacidad filtrante.
Ventilación de las aulas: La evidencia científica ha puesto de manifiesto que la acumulación de aerosoles en interiores desempeña un papel muy importante en los eventos de contagio masivo. Se puede monitorizar la calidad del aire con medidores de CO2 para determinar si la posible acumulación de aerosoles respiratorios está en niveles aceptables (menos de 700 partes por millón) y se aconseja la ventilación cruzada natural como principal medida, en prevención de que una de las personas en la estancia fuera un foco de contagio.
Inmunización: La población joven es la menos susceptible de sufrir enfermedad COVID-19 grave o fatal y por eso han sido los menos prioritarios en la campaña de vacunación. Esto implica que hemos comenzado el curso con niveles bajos de inmunidad en las aulas, lo que incrementa el riesgo de brotes. Es esencial que los mayores de 12 años reciban la pauta completa cuanto antes. Afortunadamente, España es uno de los países de la Unión Europea en los que se ha logrado una mayor cobertura de la vacuna.
Prevención de brotes mediante diagnóstico precoz: El aislamiento de contactos y casos sospechosos y confirmados es la medida más eficaz para la contención de brotes. La realización de tests periódicos con fines preventivos para la detección de asintomáticos permite detectar y aislar precozmente focos que de otro modo pasarían desapercibidos. Los ahora ubicuos test de antígenos son útiles para este fin, aunque su sensibilidad en personas asintomáticas y presintomáticas es escasa. En la Universidad Complutense de Madrid (UCM), por ejemplo, el proyecto COVID-LOT realiza PCRs de pools de saliva con una buena sensibilidad en asintomáticos. La muestra de saliva se extrae de manera autónoma sin necesidad de “bastoncillos” y el pooling de las muestras multiplica por 10 la capacidad de rastreo, de modo que 100 reacciones de PCR resuelven 1000 muestras de saliva en unas horas. Las muestras incluidas en los pools positivos se resuelven mediante PCRs individuales, para detectar el positivo e investigar los posibles contactos, tomando decisiones inmediatas sobre los confinamientos necesarios. Solamente en la Facultad de Farmacia, donde coordino la toma de muestras, hemos realizado desde enero de 2021 el análisis de una media de 450 muestras semanales, tanto del personal como de alumnos de Doctorado, Máster y Prácticas Tuteladas. Esto nos ha permitido detectar 26 casos de portadores asintomáticos del virus de un total de 11.567 muestras de saliva. La inmensa mayoría de los casos detectados se hallaban en periodo presintomático, lo que permitió establecer un aislamiento precoz evitando brotes tanto en el entorno íntimo de los portadores como en el laboral y académico.
Y, por último, y acaso más importante, la concienciación de los estudiantes sobre la necesidad de mantener estas medidas en su entorno íntimo y en sus relaciones sociales. El flujo de información sobre las medidas preventivas desde la comunidad docente a las familias es esencial para que se comprenda la necesidad de mantener las actitudes adecuadas para frenar la transmisión del virus, a pesar del tedio imperante tras 18 meses de pandemia. Sabemos que la movilidad y los encuentros masivos en eventos, fiestas y celebraciones crean situaciones de enorme riesgo para el contagio masivo. Los acontecimientos epidemiológicos de este verano demuestran que ignorar las barreras de transmisión por parte de la población más joven, bien sea por hastío, por exceso de confianza o por falta de responsabilidad social, ha supuesto un paso atrás en el control de la pandemia en un momento en que la cobertura vacunal apuntaba a un escenario más optimista. Para que el trabajo en las aulas vuelva a ser como antes, es necesario aún un esfuerzo importante para detener por completo la transmisión comunitaria del virus y, con ello, su capacidad de evolución hacia nuevas e imprevisibles variantes.
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