David M. Morens1, and Anthony S. Fauci1
1Office of the Director, National Institute of Allergy & Infectious Diseases, National Institutes of Health, Bethesda, MD, USA
Artículo original: https://doi.org/10.1016/j.cell.2020.08.021
Este trabajo presenta una documentada revisión de lo que representan las patógenos microbianos para el hombre, cómo han emergido causando epidemias y pandemias a lo largo de la historia y lo que todo ello nos enseña en relación con la reciente extensión de la COVID-19 en la que estamos inmersos. La consideración del difícil y complejo equilibrio entre tres factores, agente patógeno, hospedador humano y medio ambiente, es la que puede aportar las claves de la emergencia y reemergencia de microbios patógenos.
Muchas de las enfermedades infecciosas más establecidas en humanos se deben a patógenos que emergieron desde los animales; eso es algo que sigue ocurriendo, como ha sucedido recientemente con el coronavirus SARS-CoV-2. Esta emergencia de patógenos surge de alteraciones en el complejo equilibrio de adaptaciones de los virus al hospedador humano.
La historia documenta tanto situaciones de emergencia, como de reemergencia de patógenos. También han ocurrido situaciones de “emergencia deliberada”, por la creación de agentes para bioterrorismo, o de “emergencia accidental” por ejemplo por la reversión de virus atenuados (el caso de la polio) que recuperan su poder patógeno de forma inesperada. Cabe también la “des-emergencia” como ha sucedido con erradicación total de la viruela, gracias a la vacunación, o con la peste bovina; ambas enfermedades han sido declaradas como enfermedades erradicadas.
La peste azotó Atenas (430 antes de Cristo) para reemerger como “muerte negra”, varias veces desde la edad media. La extensión pandémica de la tuberculosis desde el 1500 o la del cólera del siglo XIX y XX, son ejemplos que nos sirven de antecedentes. La mal llamada gripe española de 1918, causó 50 millones de muertes, o los episodios más recientes del primer SARS producido por coronavirus en 2002, o las de los virus chincungunya y zika propagados por mosquitos en 2014 y 2015. Todos ellos son ejemplos de lo que pueden representar los patógenos que van surgiendo y su salto a la especie humana, como ha ocurrido con el agente causal de la COVID-19, que ya va camino de los 30 millones de casos en el mundo con casi 900.000 fallecimientos.
El trabajo (Figura 2) ilustra sobre a larga lista de patógenos de microbianos de emergencia reciente, entre los que cabe destacar el virus HIV-SIDA, el de la Hepatitis C, las diversas modalidades de gripe, o el ébola; sin olvidar los muchos patógenos, bacterianos, víricos y parasitarios, que emergieron y pueden reemerger. Desde las múltiples modalidades de bacterias resistentes a los antimicrobianos (estaflicococos, gonococos, Clostridium) hasta otros muy clásicos como la tosferina o la fiebre tifoidea. Todo ello compone un extenso cuadro de posibilidades para la emergencia pandémica o epidémica.
Agente, hospedador y ambiente: los tres factores que determinan la enfermedad infecciosa
La enorme diversidad genética, la capacidad de evolucionar y cambiar sus capacidades infecciosas, así como los antígenos inmunodominantes que caracterizan a muchos virus son las propiedades que permiten explicar o entender, los procesos que generan y consolidan la infección. Por lo que respecta al hospedador, claves fundamentales son el tropismo celular, la variedad de receptores de sus células, los fenómenos inmunitarios, la susceptibilidad condicionada por la constitución genética, además de lo relacionado con la demografía y la conducta, representan factores a considerar. Finalmente, las distintas situaciones ambientales, que van desde la relación con los animales y la alimentación, hasta la degradación del medio, o el nivel socioeconómico o las circunstancias político-administrativas, incluida la salud pública de cada país, son factores que concurren para determinar la probabilidades de emergencia de infecciones.
El virus SARS-CoV-2 ha emergido hace apenas diez meses a partir del gran reservorio de coronavirus que existe en el murciélago. La evolución, pasada y futura, de estos coronavirus se basa sobre todo en la variabilidad que puede generarse por mutaciones o por recombinación. Tratándose de un virus de RNA de cadena única (unos 30.000 nucleótidos) que además posee un mecanismo de corrección de errores de replicación, no cabe esperar una variabilidad genética tan alta como la del virus de la gripe, integrado con genoma integrado por múltiples fragmentos. La existencia de al menos cuatro coronavirus adaptados al ser humano, que son causa frecuente de catarros banales, permite plantear hipótesis relevantes en relación con el SARS-CoV-2 y su evolución futura. Los coronavirus humanos catarrales pueden haber emergido como patógenos más virulentos en el pasado, para evolucionar a las actuales formas benignas.
¿Cuál será el futuro del SARS-CoV-2, tras haberse establecido como altamente transmisible y muy patógeno para una fracción de los afectados? Esta pregunta no tiene una respuesta inequívoca; por un lado el primer SARS que emergió en 2002, con mayor capacidad patógena, se extinguió sin duda por la eficacia de los controles que se implementaron para evitar su transmisión. Algo parecido a lo que sucedió con el coronavirus MERS, emergente en Oriente Medio en 2012. Lo que no es descartable es que pudieran volver a emerger. La evolución en los próximos tiempos de la pandemia COVID-19, que tanto impacto sigue teniendo en el mundo, dependerá del potencial evolutivo del virus así como de la aplicación de las medidas de control, incluida la posible introducción de una vacuna.
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