Novedades en la lucha contra la malaria

11 octubre, 2024

En el planeta hay unas 3.500 especies de mosquitos, pero solo un puñado de ellas transmiten el parásito causante de la malaria (o paludismo), varias especies del género Plasmodium. En 2022, cerca del 96 % de todas las muertes por paludismo (más de 600.000 al año) se atribuyeron a Plasmodium falciparum en particular, y la mayoría de los casos (casi el 80%) tuvieron lugar en niños de menos de 5 años, en el África subsahariana, según datos de la OMS.

Se sabe que el emperador Carlos V murió de malaria, que le inoculó un mosquito en Yuste, Extremadura. Cuatrocientos años después, la OMS declaró a España libre de malaria en 1964, y a países como Holanda e Italia en 1970. Si fue posible erradicar la malaria en Europa, ¿no podrían utilizarse los mismos métodos para eliminarla en África? El problema es que Europa y EEU aplicaron un insecticida (el DDT) a gran escala, drenaron humedales y utilizaron diésel para tratar el agua y controlar los mosquitos, medidas efectivas, pero de gran impacto ambiental y que no se podrían utilizar hoy en día. Además de fuertes inversiones públicas, mejoras en las viviendas particulares y factores climáticos y ambientales favorables para la eliminación, condiciones que no se dan en los países tropicales y de renta media-baja, donde el paludismo sigue causando estragos.

Editar (modificar) el genoma de las especies de mosquitos que transmiten este parásito (el más común el Anopheles) para erradicar las poblaciones salvajes, o para que estas dejen de transmitirlo, abriría las puertas a acabar con el paludismo.

Varios consorcios científicos internacionales están avanzando en proyectos dirigidos a la liberación de mosquitos modificados que reemplacen a las poblaciones de mosquitos originales. La idea no es suplantar el resto de las herramientas disponibles, como vacunas, insecticidas y mosquiteras, sino sumarse al arsenal disponible contra la malaria.

El potencial de la edición genética

Existen dos estrategias para transformar a los mosquitos en aliados contra la malaria: algunos grupos de investigación están desarrollando mosquitos Anopheles que no pueden transmitir el parásito —porque se ha reforzado su inmunidad contra él, o los han modificado para que produzcan compuestos antimicrobianos de otras especies como el sapo africano—. El objetivo es que los insectos modificados se crucen con los salvajes hasta que solo existan mosquitos incapaces de transmitir la malaria.

Otra estrategia busca eliminar la especie de mosquito vector hembra (trasmisor) en los territorios afectados, por ejemplo, introduciendo una modificación genética que da lugar, de forma predominante, a mosquitos macho, lo que lleva al colapso de la población.

En ambos casos, es clave emparejar las modificaciones genéticas con un tipo de segmentos de ADN conocido como impulso genético (gene drive en inglés), que permite propagar rápidamente los nuevos rasgos a través de una especie o población entera. De otro modo, la modificación tiende a desaparecer al cabo de unas pocas generaciones.

“Estamos hablando de una tecnología dirigida a una especie objetivo, a diferencia de los insecticidas, que matan a todo tipo de insectos de forma indiscriminada”, detalla Brian Tarimo, del programa de investigación Transmission Zero, basado en la estrategia del reemplazo y que aúna expertos de Tanzania y Reino Unido.

Por su parte, Greg Lanzaro, de UCMI, que trabaja en Santo Tomé y Príncipe y EE UU, señala que la tecnología de impulso genético es autosostenible y rentable porque el mosquito ya modificado, se dispersa y se reproduce solo, y sin ningún coste adicional asociado, y además el programa no se verá interrumpido en caso de inestabilidad política o civil.

Otro punto a favor de esta herramienta es la equidad, pues el mosquito llega a todas partes; no es solo para quien se la puede permitir, como los medicamentos, o para quien vive en lugares de fácil acceso, donde es sencillo repartir mosquiteras y tratar las casas con insecticidas. Además, estudios de campo en Ghana están mostrando que eliminar los Anopheles no tendría ninguna repercusión importante en el ecosistema.

Biotecnología con sello africano

El trabajo de los consorcios de investigación descritos tiene también el objetivo de ayudar a los gobiernos a elaborar marcos legales para el despliegue de la herramienta; implicar a la población desde el inicio, y formar a los científicos locales. “Llevar la biotecnología punta a la región es crítico”, subraya el codirector global de ese consorcio, George Christophides. “Formar a los profesionales locales e implicar a las comunidades es crítico para que las personas de un país tengan todo lo que necesitan para tomar decisiones sobre el uso de la tecnología”, indica la gestora de proyecto de la UCMI Ana Kormos.

Los mosquitos con impulso genético podrían unirse al arsenal contra la malaria a partir de 2030. Sin embargo, la sombra del atasco regulatorio, de la lentitud burocrática y de la desidia política preocupan a los científicos, sobre todo, a los que han crecido en África, viviendo en carne propia los embates de la malaria. De momento, parece ser que cada país irá desarrollando sus propias regulaciones y que los países vecinos tratarán de armonizar sus normas, dado que la OMS carece de directrices para el despliegue de la tecnología a escala regional.

Por otra parte, en la búsqueda de nuevos agentes para combatir la infección por Plasmodium falciparum, se acaba de publicar el descubrimiento de un nuevo compuesto con actividad frente a variantes del parásito de la malaria resistentes a otros tratamientos, que podría representar un punto de partida para el desarrollo de un nuevo fármaco.

Una de las características más problemáticas del Plasmodium es su facilidad para adquirir mutaciones que le confieren resistencia frente a los fármacos que se utilizan frente a la malaria o incluso nuevos fármacos que se van desarrollando. Ahora, un nuevo trabajo en la revista Science ha dado a conocer los resultados sobre un nuevo fármaco que vence algunas de estas resistencias. El trabajo ha utilizado un modelo de ratón humanizado, desarrollado en el Centro de I+D de Salud Global de GSK en Tres Cantos (Madrid).

El trabajo ha estado liderado por científicos de las universidades de California en Riverside e Irvine y de Yale. El compuesto, denominado MED6-189, ha demostrado eficacia contra cepas de P. falciparum resistentes a otros medicamentos, tanto in vitro como en ratones modificados para que tengan sangre humana. Según explica Karine Le Roch, catedrática de Biología Molecular y Celular de la UC Riverside y autora principal del artículo, “MED6-189 tiene un doble mecanismo de acción que hace más difícil que los parásitos desarrollen múltiples mutaciones en su genoma para sobrevivir al fármaco. En concreto, actúa sobre un orgánulo propio del parásito, el apicoplasto, y también sobre el tráfico de vesículas, lo cual bloquea el desarrollo del parásito y, por tanto, elimina la infección en los glóbulos rojos”. Además, el equipo descubrió que este compuesto es activo también contra otras especies de Plasmodium y cepas de P. falciparum resistentes a otros fármacos, y su potencia es similar a los de los fármacos antimaláricos eficaces.

Participación española

Le Roch explica que resulta imposible probar la actividad de un compuesto contra la malaria utilizando un modelo estándar de ratón, pues estos animales no se infectan con P. falciparum. “Por ello, en el estudio usamos un modelo de ratón humanizado diseñado para tener sangre humana”. Esto se hizo en colaboración con el equipo del Centro de I+D de Salud Global de GSK en Tres Cantos, dirigido por Javier Gamo.

Los investigadores modificaron genéticamente a los roedores para que fueran capaces de aceptar en su sistema sanguíneo transfusiones de eritrocitos humanos, para así ser humanizados e infectados con P. falciparum y poder determinar la eficacia in vivo contra el parásito real que infecta al ser humano. El equipo también ensayó el compuesto contra P. knowlesi, un parásito similar que infecta a monos, y halló que también presentaba eficacia.

Un compuesto extraído de esponjas marinas

El nuevo antipalúdico es un compuesto extraído de esponjas marinas. Existen muchos fármacos de origen natural, entre ellos productos como la quinina y la artemisina, que son de origen vegetal y se utilizan contra la malaria.

Las esponjas marinas en particular son ricas fuentes de nuevos compuestos bioactivos y sirven de huésped a muchos microorganismos, como cianobacterias, con capacidad de sintetizar compuestos complejos con una amplia gama de actividades biológicas.

El equipo investiga ahora para obtener datos sobre la absorción, distribución, metabolismo y excreción del nuevo compuesto, así como en el desarrollo de un proceso de síntesis eficiente del MED6-189 que permita producir el fármaco con costes razonables para los países en desarrollo, que son los principales afectados por esta enfermedad.

Fuente: «Novedades en la lucha contra la malaria», Gloria Pallarés, El País, 20 Agosto 2024

Imágenes: Unsplash

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