En las orillas de la vida, del amor y del dolor, hablamos con José Luis Guinot

28 octubre, 2024

“El sufrimiento de sabernos caducos, sin fecha definida, nos obliga a cuestionarnos cómo vivimos el presente, cómo aprendemos del pasado y cómo mantenemos la esperanza del futuro”

 

José Luis Guinot es médico, oncólogo radioterápico. Actualmente Trabaja en la Fundación Instituto Valenciano de Oncología (IVO) como jefe Clínico de la Unidad de Braquiterapia.

¿Quién es José Luis Guinot?

Lo más importante, estoy casado y tengo una hija. Quiero subrayar que me importa el apoyo emocional en el duelo y las pérdidas vitales; en particular coordino tareas de acompañamiento al paciente con cáncer y enfermedad avanzada, desde la Asociación Viktor E. Frankl (AVEF) de Valencia

Háblenos de su actividad literaria: qué objetivos, qué contenidos, qué consideraciones conforman el marco de referencia de su tarea.

Mi primer libro, “Del miedo a la esperanza: La experiencia de afrontar un cáncer” trata de descubrir los miedos que acompañan al cáncer en cada etapa y cada dimensión y aporta experiencias reales para convivir con la enfermedad.

En “Al final de este viaje: Buscando un sentido a la vida” hago una reflexión sobre todas las formas de llegar a un final, súbito, anunciado, buscado, y cambio el sentido del fin como finalidad, en cada dimensión.

Para dar puntos de apoyo pensando más en los familiares y amigos de pacientes, escribí “De la angustia a la serenidad: Acompañando al paciente con cáncer”, un libro de autoayuda que propone claves para cambiar la actitud ante el cáncer, desde la depresión o la angustia hacia el reto.

¿Qué consideraciones respaldan su tarea como escritor?

La cercanía a pacientes con cáncer obliga a elegir una actitud de humanidad que complemente la atención especializada al más alto nivel. De otro modo, la labor como médicos es incompleta pues no abarca todas las dimensiones de la persona. En oncología, especialmente la muerte se descubre como una realidad posible y cercana, lo que me llevó a preguntarme por el sentido de la vida que llega a su fin.

Háblenos de su último libro, “Más allá del dolor”. Propónganos algunas de las aportaciones del texto que considera más relevantes.

Tras reflexionar sobre la enfermedad y la muerte, necesitaba hacer una búsqueda del significado y sentido del sufrimiento, la otra gran incógnita que acompaña la vida de todo ser humano. Desgranando las diferencias del dolor físico y el sufrimiento, emocional, social, mental o psíquico e incluso espiritual, trato de buscar un motivo al dolor, como alerta imprescindible que nos impulsa a actuar y cambiar algo.

¿En qué modo las personas activamos ese dolor?

La inacción motiva que el dolor se cronifique convirtiéndose en una enfermedad en sí misma que limita la vida y la puede hacer insoportable. Tras una indagación en las respuestas filosóficas y religiosas, reflexiono sobre el sufrimiento de causa natural y el provocado por el ser humano a través de la violencia, y el conflicto de la existencia del mal y la libertad.

¿Cómo el ser humano puede gestionar el dolor?

Lo que aporta el libro son claves para afrontar el dolor y el sufrimiento, llegando a la convicción de que hay situaciones límite en que no se puede evitar y solo queda la elección de la actitud adecuada, como dice Viktor Frankl.

¿Cómo incide el amor en ese proceso?

En ese momento límite en que quizás no es posible encontrar siquiera un significado al dolor, aun cabe la opción de ir más allá, a través de la compasión, el cuidado y el amor, lo que supone no solo transformarlo sino trascenderlo. Algo que hacemos con frecuencia en la vida cotidiana con nuestros seres queridos, pero podemos ampliar a nuestra actividad sanitaria dándolo un sentido añadido.

Con Oliver Sacks aprendimos a identificar la salud como un proceso de construcción y reconstrucción de la vida.

Salud no es igual a ausencia de dolor, sino un equilibrio entre las amenazas que nos afectan porque la vida es cambio continuo, y las capacidades que tenemos para responder a ellas. Estamos siempre en crecimiento, aprendiendo, no sólo en las dimensiones orgánica, social, laboral, ni siquiera mental, pero sí como seres humanos únicos e irrepetibles con conciencia y en relación con los demás.

Qué papel juega en ese proceso el dolor.

Todo tipo de dolor es una llamada a recomponer lo que no funciona, lo que nos quita el bienestar. No es un error de la naturaleza, sino una necesidad, precisamente porque somos conscientes. Los dolores en todas sus facetas son señales del camino que recorremos y los giros que debemos dar para que el viaje de la vida tenga sentido en cualquier circunstancia.

¿Qué aporta la tutela y la asistencia médica?

Lo que la medicina trata de ofrecer es precisamente ir atenuando y modificando las enfermedades y el desgaste corporal para prolongar la vida con buena calidad. El sufrimiento crónico pierde sentido y debe hacerse todo lo posible para aliviarlo, de ahí la importancia del cuidado.

Nos preguntamos hasta qué punto las palabras importan en la gestión del dolor, las palabras compartidas con los profesionales sanitarios, con los miembros de la familia, con los amigos y amigas. En su experiencia, cómo se produce ese “compartir el dolor”.

  • El primer paso ante el dolor es reconocerlo, tratar de comprender su causa, pero ante una pérdida definitiva se produce un sufrimiento inevitable.
  • El segundo paso es compartir el dolor, a veces en el silencio: un hombro en el que apoyar esa vida que parece que se ha hundido irremediablemente, un suelo en el que dar un paso más cuando todo se ha roto, eso es el consuelo.
  • Hay que dar su tiempo a cada persona que sufre, dejar salir las lágrimas que son las palabras que expresan el dolor, simplemente estar al lado.
  • En un momento determinado brotan las palabras y el dolor comienza a atenuarse.

¿Qué relevancia tienen el acompañamiento y la escucha activa?

La escucha activa es fundamental, y ahí radica la tarea de acompañamiento de los voluntarios de la asociación Viktor Frankl.

Es esencial que la atención sanitaria tome en consideración ese tiempo necesario de sus profesionales para aliviar la presión emocional de las pérdidas progresivas que suponen las enfermedades, igual que el envejecimiento. Por eso la atención al enfermo y sus familiares debe incluir ese aspecto, que no se alivia con medicinas o radiaciones y no se extirpa con cirugía. Hace falta algo más.

Cómo podemos lograr un mayor compromiso de cada persona con la salud propia y la de la comunidad.

Crear espacios de diálogo para una humanización de la salud y la atención a la enfermedad son una buena herramienta para tomar conciencia de que la medicina puntera es la que añade a la alta tecnología una alta dosis de personalización, reconociendo a cada paciente como otro yo.

En qué modo, los profesionales sanitarios, los médicos, las enfermeras, los farmacéuticos, etc. estimulan ese compromiso.

La tarea de los profesionales de la salud en todos los ámbitos es esencial, y debemos dedicar aún más formación a las nuevas generaciones que conocen grandes avances tecnológicos, pero se encuentran asustados ante el sufrimiento y la proximidad de la muerte de sus pacientes.

Alguna otra consideración…

Tenemos una sola vida, y lo que realmente mueve a cada ser humano no es el placer o el poder, sino encontrar un sentido, la tarea y la impronta que dejamos en los que nos rodean. La enfermedad grave rompe la biografía y los planes que se tenían, y quizás por primera vez nos pone delante las preguntas esenciales de la vida, cuya respuesta no se puede posponer más.

Los profesionales sanitarios somos privilegiados por formar parte de la historia vital de personas desconocidas a las que podemos ofrecer lo mejor de nosotros mismos, creando un vínculo que permanece. En un planeta con mucho sufrimiento de causa humana, podemos tomar conciencia de que nuestra pequeña labor cotidiana es capaz de cambiar la vida de personas reales cercanas.

Quizás algunas de ellas serán quienes cambien el mundo. De ese modo contribuimos a construir una humanidad más solidaria, más unida, más fraternal. Para ello desempeñemos nuestro trabajo o voluntariado con la mayor perfección posible, así algún día podremos decir que hemos hecho lo que teníamos que hacer. Ese es nuestro legado.

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