El (largo) camino de la investigación biomédica

30 junio, 2023

Anna Garcia-Elias Heras, PhD,
Coordinadora de Investigación y Ensayos Clínicos de Cetir Ascires, Barcelona

Los avances médicos son consecuencia de los avances en la investigación. Para que haya cambios sustanciales a la hora de abordar una enfermedad (desde su diagnóstico, tratamiento o seguimiento) se necesita una inmensa y ardua labor de investigación detrás.

Se dice que la investigación en el campo de la salud o la biomedicina es lenta, y en la mayoría de los casos es así, y la palabra incluso se queda corta. Y lo es, porque el camino que tiene que seguir una idea hasta que se materializa en un fármaco, en un kit diagnóstico o en otra herramienta, es largo, metódico y frecuentemente lleno de obstáculos burocráticos y/o económicos.

Todo empieza con una idea. Esa idea desencadena una hipótesis, y esa hipótesis un proyecto de trabajo. Estamos en la fase que se conoce como investigación básica donde el objetivo es generar conocimiento. En esta fase se trabaja mayoritariamente en los laboratorios de investigación, y generalmente (pero no exclusivamente) con financiación pública y modelos teóricos y/o celulares. Se diseñan experimentos científicos inequívocos que permitan validar las hipótesis y a partir de la interpretación de los resultados, se van ampliando los conocimientos sobre lo que se esté estudiando. Esta fase es mayoritariamente de acceso público y los conocimientos obtenidos se publican y divulgan en artículos científicos, congresos u otros foros.

A medida que aumenta el conocimiento de, pongamos el caso, las bases moleculares y celulares de una enfermedad, crecen las posibilidades de encontrar dianas terapéuticas. Éstas son las moléculas o proteínas sobre las cuales podemos generar fármacos. Una vez encontrada una diana terapéutica, se diseñan potenciales fármacos que la reconozcan y la puedan modular (inactivar, activar, modificar, silenciar, destruir, etc.). Ojo, que esta frase que yo he escrito en 23 palabras puede significar años y años de trabajo y de prueba y error.

Pero supongamos que ya tenemos un fármaco que actúa de la forma que queremos sobre la diana que queremos. Aquí empezará la investigación preclínica. El objetivo de esta fase es establecer las características del fármaco. Para ello, se someten a pruebas de farmacodinámica (qué hace ese fármaco en el cuerpo), pruebas de farmacocinética (qué hace el cuerpo sobre el fármaco), pruebas de toxicidad y otras muchas pruebas que tiene que pasar hasta que sea seguro usarlo en un humano. A diferencia de la investigación básica, esta fase y las posteriores ya no son públicas. Se financian mayoritariamente con capital privado, y la investigación es capitaneada por una empresa o start-up privada.

Muchas veces esta fase se lleva a cabo usando modelos animales. A pesar de las controversias y cuestiones éticas que pueden surgir por el uso de estos modelos, que darían para otro artículo de Retos, la información obtenida en estos estudios es muy útil y necesaria para reducir los riesgos a la hora de empezar las pruebas en humanos. Aquí se valoran no solo los efectos de toxicidad aguda, si no también efectos secundarios, efectos a largo plazo o efectos sobre la reproducción.

Y una vez se ha llegado aquí, empieza la última de las fases, la investigación clínica, muchas veces referida a ella como ensayo clínico. Aquí es donde se da el salto al humano y, si se me permite la expresión, se cruzan los dedos esperando que ese fármaco dé los resultados esperados. Porque, aunque en los modelos teóricos, celulares o animales se haya observado el efecto deseado, el salto a la especie humana, compleja como pocas, es un gran salto.

La investigación clínica, que también será larga, se divide en 4 fases. Aquí hay que puntualizar que, dependiendo de la enfermedad, los ensayos clínicos podrán ser más o menos complejos y con sus particularidades, pero si generalizamos, las fases clínicas son:

  • Fase 1. Se recluta un grupo más bien reducido de personas que acostumbran a ser controles sanos. En esta fase se determina si el fármaco es seguro y se pueden probar diferentes rangos de dosis. También se puede buscar el mejor modo de administrarlo.
  • Fase 2. Se establece la dosis terapéutica y, en un grupo más grande que en la fase 1, se determina si el fármaco puede tener el efecto deseado. En esta fase, y en todas las posteriores ya se reclutan personas con la enfermedad de estudio.
  • Fase 3. Si un fármaco pasa a la fase 3, se presume que tiene efecto terapéutico y es donde se determina el grado. Para ello, se recluta un gran número de personas. Aquí es donde también se determina si este fármaco es mejor que otro tratamiento estándar, si es que lo había.
  • Fase 4. Es la fase de vigilancia. Aquí nos encontramos el fármaco ya comercializado y al abasto de cualquier persona o médico que busque tratamiento. El objetivo de esta fase es poder monitorear los efectos a largo plazo.

Y así, después de años de investigación y de muchos recursos invertidos, se pasa de esa idea inicial a tener un fármaco en el mercado… pero sin duda, el camino merece la pena.

El (largo) camino de la investigación biomédica - Fundación Quaes

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