Francesc Joan Santonja
PHLL
Había concluido la mesa redonda sobre la salud mental, en la que el psiquiatra Julio Sanjuán abrió lo que luego sería un debate científico, con una exposición ajustada al título: Genética versus ambiente en el origen de los trastornos mentales. La doctora en biología María Dolores Moltó Ruiz, profesora titular de Genética en la universidad de Valencia, expuso la contrapartida desde su posición como genetista.
Sacamos nuestros apuntes y rebuscamos algunas de las notas que, tras la lectura de La mujer temblorosa , le habíamos seleccionado a su autora Siri Hustvedt, doctora y conferenciante sobre temas de psiquiatría en la Facultad de Medicina Weill Cornell de Nueva York: “Ahora me están atendiendo una psicoanalista-psiquiatra y una neuróloga, pero ninguna de ellas puede decirme quien es la mujer temblorosa (…)no existe ninguna causa-efecto que explique con exactitud cuál es mi mal, no hay una evolución lineal sino varios factores que puede jugar o no un papel importante en los caprichos del devenir de la mujer temblorosa”.
En sus últimos comentarios hace referencia a las guerras ideológicas, -así había sucedido en la mesa redonda convocada conjuntamente por las Fundaciones FISABIO y QUAES- y concluye: “En resumen de lo que aquí se trata es del orden de prioridades: los genes sobre la experiencia (factores ambientales) o la experiencia sobre los genes”. Y sugiere que en ese punto “se llega más lejos con la humildad intelectual que con la arrogancia”.
En las aportaciones de Siri Hustvedt adivinamos la postura del “tercer interlocutor” ausente de la mesa redonda, el afectado por quebrantos de salud mental, es decir, del común de los seres humanos: “Yo soy la mujer temblorosa”.
Y, aunque la puesta en escena de la sesión nos ha aportado criterios del conocimiento científico derivados de una labor de investigación rigurosa por parte de ambos ponentes, la disputa que no ha alcanzado a ser se ha traducido en una reflexión sobre la ambigüedad, que no alcanzamos a resolver en nuestro día a día de convivencia con la salud mental y sus quebrantos.
Lo cierto es que como afirma en un artículo publicado en EL PAIS, el profesor titular de Psiquiatría en Universidad de Alcalá, Guillermo Lahera Forteza , la confrontación entre “biologicistas” frente a aquellos que defienden que la enfermedad mental es de naturaleza puramente social “es un disparate, porque hay consenso académico en considerar la interacción gen-ambiente como el elemento básico para entender el desarrollo de psicopatología. Sabemos que los trastornos mentales graves tienen una alta heredabilidad y una naturaleza poligénica, pero que esta predisposición interacciona de manera dinámica y compleja con muchos factores ambientales, decisivos para que alguien desarrolle o no el cuadro clínico”.
Y, en esas, como personas comprometidas con la gestión de la propia salud y de la salud comunitaria, también de la salud mental, nos invitamos a concluir coincidiendo con las visiones de Siri y de Guillermo que, con palabras de este último: “La genética nos permite interaccionar con el ambiente y esta interacción es subjetiva y a veces inaprensible con medidas objetivas, teniendo que entrar en juego disciplinas que aborden el mundo interior de las personas. En el futuro habrá más proyectos interdisciplinares que hilvanen el sustrato biológico, psicológico y social de la enfermedad mental. (…) Necesitamos con urgencia genetistas con conocimientos en sociología, psicoterapeutas con conocimientos en fisiología, matemáticos que comprendan las sutilezas que la literatura encierra.”
El 24 de mayo continuará la atención a la salud mental en una segunda jornada del foro.